sábado, 21 de marzo de 2009

TODAVIA NO SE AMABAN

Eran dos extraños, se observaban cada día, a la misma hora en el vagón del suburbano, en la cola de las taquillas de la estación de cercanías. Se observaban, deleitándose con la contemplación de sus correspondientes bellezas corporales, de sus subsiguientes corporeidades bellas.

Todavía no se amaban.

Los días pasaban , los meses avanzaban, las estaciones se sucedían, mas nada ocurría. Ella continuaba con la lectura cuasi-caníbal de su libro milenario y polvoriento. Él, menos pretencioso, disimulaba mientras manipulaba habilidoso los exiguos mandos de su reproductor de música compactada, obtenida por medios políticamente incorrectos.

Todavía no se amaban.

Todos los asientos se encontraban ocupados, y las contadas columnas donde apoyar sus espaldas mochileras eran vertiginosamente ocupadas por adolescentes de Marca y ¡Qué me dices! La distancia de multitudes malolientes aún les separaba. Ellos quizá podían imaginar su mutua presencia, pero lo cierto era que aun no se conocían. El inexorable trajín de un traquetreo eléctrico y carente de romanticismo parecía mecerles en medio de un ambiente frío y neutro, que en modo alguno anticipaba el desenlace de los acontecimientos.

Todavía no se amaban.

La sucesión de edificios con jardines del plástico y piscina pasaban y pasaban, y nada sucedía. Los trenes, con trenes se cruzaban y, con ellos, su vida se agostaba, su amor se consumía. Eso era lo que él pensaba, mientras miraba, de soslayo, hacia el otro extremo del vagón, aunque no percibiera señales de que sus miradas sólo se dirigían a un objetivo entre la maloliente -repito- marabunta del tren de cercanías.

Todavía no se amaban.

Quién sabe si algún día se amarían ...

Nuestras vidas son trenes, con un destino que nosotros no conocemos. No sabemos la hora. No sabemos el destino, ni el precio, ni la ruta, ni la distancia a recorrer, ni siquiera la cercanía.

A veces rechazamos a viajeros en nuestro tren. Pensamos que tal vez no quieran pagar el billete, tal vez quieran viajar de balde, o amargarnos el camino. A veces les dejamos en tierra, otras, inconscientes, les subimos a primera clase, sin ellos merecerlo, y nos amargan parte del camino.

¡Qué difícil resulta elegir el camino! ¡Cuánta suerte tenemos si escogemos el adecuado! Ni que decir tiene que es afortunado el que consigue la compañía deseada, mucho más si es amada ...

Todavía no se aman, mas deberían intentarlo.

Carpe diem, de nuevo, siempre.

Quiero dedicarme siempre a ti, nunca perderte, y que nunca les perdamos a ellos, a los que viajan con nosotros, a nuestro lado ...

Viajemos con ellos, Izzie, viajemos con ellos.

4 comentarios:

  1. Lo importante, más allá de quién ocupe el asiento de al lado, es disfrutar el viaje.

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  2. ... aunque a veces ayuda mucho una buena compañía, prevista o improvisada.

    Besos

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  3. carpe diem, de nuevo y siempre...
    Hermosisima entrada.

    Besos

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  4. Estoy deseando que vuelvas para recibir tus sabios consejos. No te duermas, Helsinki nos espera.

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