miércoles, 11 de marzo de 2009

ONCE




Once, once de Marzo, da igual el año, siempre será un día triste, por mucho tiempo que pueda pasar. Los recuerdos de ese día se hacen sorprendentemente vívidos en mi interior y cuando los rememoro se me presentan con una claridad sorprendente.

Recuerdo una llamada de mi padre antes de las ocho de la mañana, para decirme que había pasado algo en el metro, que fuera en taxi al hospital.

Recuerdo el viaje en taxi hasta el hospital y a una locutora en la radio que decía que no podía ser que hubiera cientos de muertos, que debía ser un cálculo fruto de los nervios o de la inexperiencia del reportero.

Recuerdo la llegada al hospital y la sensación de zafarrancho de combate, con todo el mundo haciendo lo que sabe sin que nadie le obligara a hacerlo.

Recuerdo ese quirófano seis de urgencias, en el que me metí a las nueve de la mañana y del que no salí hasta las dos de la tarde.

Recuerdo los cuerpos destrozados por dentro y por fuera y recuerdo lo mal que lo pasé intentando que no se me fueran de las manos.

Recuerdo que mis compañeros de los quirófanos de al lado estaban tan mal como yo y que parecía que nunca iba a acabar y que no dábamos abasto.

Recuerdo que a las doce de la mañana todavía no había llamado a mi casa y que los móviles no funcionaban.

Recuerdo que por la tarde, cuando volví a mi casa, tenía una sensación de dolor en mi alma que tardó días en quitarse.

Recuerdo los días siguientes, las preguntas de la gente y el hospital saliendo poco a poco del caos de aquel jueves.

Recuerdo a mi hijo preguntándome: ¿Por qué, papá?

Recuerdo que fue el día más duro de mi vida como profesional de la Medicina y las cosas que aprendí en esas horas tan cortas pero tan interminables.

Recuerdo, aunque no sé si quiero recordar, aunque creo que debo hacerlo, que todos debemos hacerlo.

6 comentarios:

  1. Exacto, no debemos olvidar!!!

    Mi recuerdo a todas las vístimas.

    Un beso.

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  2. Hola Nuareg o ¿debo decir Naleg?

    Recuerdo aquel día con horror, se me hizo un nudo en el estómago que me duró varios días, pero recuerdo aún con más espanto el 11 S de las torres gemelas.
    Es curioso porque, siendo lo de Atocha mucho más cercano me impresionó más lo otro.
    Quizás porque estaba viendo el telediario y de repente apareción un avión que se estrelló contra el rascacielos, así sin más.
    Ver derrumbarse esa mole,pensar en todas esas personas que estaban dentro, me rasgó el alma.
    No me podía creer lo que me involucró, lo que me afectó, me pareció tal barbaridad que se produjo en mí un duelo como de pérdida de alguien cercano.
    Por eso con la salvajada de Atocha no oí testimonios, no quise saber nada más que quienes habían sido. Ni siquiera tú me contaste mucho eso días.
    El morbo, recrearse en el mal ajeno no es para mí. Pena si, ayuda si, historias truculentas que no sirven para nada, que no aportan nada más que dolor, no.
    Sólo mi empatía y simpatía.

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  3. Naleg ya no existe, Nuareg es el futuro, las cosas claritas.

    Lo del 11-S fue muy fuerte, lo nuestro, menos mediático. Lo que ocurre es que yo viví de primera mano las consecuencias reales y directas en individuos con nombres y apellidos. Quien no vio la TV y sólo vio unas fotos y noticias posteriores pudo haberse quedado con sensaciones similares a las de cualquier otro atentado como los que ya hemos conocido en la historia reciente de España.

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  4. Flor: besos recibidos y otro para ti.

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  5. Lo leo tarde, pero me emocionas igualmente.
    Tengo amigos que trabajaron como tú aquel día de dolor y muerte. Cada uno como pudo. Cada uno como quiso.

    Aquel día, en el que mi vida se estaba derrumbando (me estaba separando, vendiendo la casa, etc...) de pronto te das cuenta que el mal no tiene límites, que hay cosas mucho peores y que al fin y al cabo, tuve suerte porque ese día me había quedado en casa.

    Te agradezco de corazón tus líneas y tu trabajo de aquel día.
    Conozco colegas tuyos que aún no lo han olvidado.

    Un beso.

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  6. Esa jornada inerminable me dejó algo tocado, y el año fue terrible para mí. Unos pocos meses después le diagnosticaron un tumor de colon a mi padre, bastante avanzado, y me hizo cambiar mi manera de ver la vida, no radicalmente, pero si sustancialmente. Mi padre moriría un año después. Ya tengo una entrada reservada para él.
    El tiempo ha ido reposando mi espíritu y, aunque echo de menos su presencia física, la dimensión de la ausencia ha cambiado, se ha hecho diferente, humana, espiritual.

    El 11-M me hizo mirar el mundo desde otra perspectiva y decidir valorar las cosas pequeñas de cada día. Parece mentira que tenga que ocurrir algo horrible para que la gente trate de ponerse en su sitio.

    De los políticos, prefiero no hablar, porque si hablo, lo que saldría de mi boca no sería tolerado para menores ni señoritas.

    Besos

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