Descubrí a la Mari y su Chambao hace ya varios años, y creo que mi vida musical no ha sido la misma desde ese momento. Mis gustos son ampliamente eclécticos, y el flamenco clásico siempre ha estado ahí. Pero con la Mari descubrí la fusión, el duende, la magia, Zahara, todo a partes iguales. Es mi amor platónico musical, y una pena que eligiera a Ricky Martin en lugar de a mí para esta maravilla. Será porque canta mejor, porque en cuanto a belleza, no sería rival para mí.
Océano de tejas, mar rojizo, que abuhardillas la noche jaranera. Sol reflejado, luz de Primavera, que clarea tu corazón mestizo.
Fragua de amoríos, barrio castizo, te muestras ante mis ojos certera, tolerando mis mañanas de ojera, prendiendo mis pupilas con tu hechizo.
Tu gentío se sube hasta el tejado, conmovido por tu mirada clara. Mujer eres, de ti yo estoy prendado,
como puede que nunca lo soñara. Muéstrate así a tu fiel enamorado: Cielo azul, mi ciudad, Madrid ... Zahara.
P.S.: Este post está especialmente dedicado a mi cara amica María, que es la persona que ha hecho posible el cambio de imagen de ese modesto blog. María es toda una artista y desde aquí le doy las gracias y le mando besos
Según el DRAE, sinopsis (Del lat.synopsis, y este del griego) sería, en su segunda acepción, una "Exposición general de una materia o asunto, presentados en sus líneas esenciales." Sería una primera aproximación hacia un libro, película o similar a la que nos acercamos curiosos para recibir información preliminar con la que decidiríamos si nos adentramos o no en esa obra.
Si leemos que "Con motivo de una reunión de antiguos alumnos del instituto WillieConway, un joven de 29 años, regresa a su hogar en la pequeña ciudad de Jnight's Ridge. Allí va a pensar sobre su futuro, porque no sabe si abandonar su deseo de ser pianista o convertirse en representante de ventas. Y, de paso, Willie va a replantearse su relación con su novia Tracy y su juventud, que se le empieza a escapar de las manos.", probablemente nos quedaríamos igual que antes de leerlo, y dejaríamos la película en el mostrador de la tienda.
"Andera (UmaThurman): I needtohearfourwordsbefore I gotosleep: Goodnight, sweetgirl. I'm easy, I know, but a manwho can musterupthosefourwordsis a man I wannastaywith."
Conclusión: la sinopsis no sirve para mucho, porque una peli en la que sale UmaThurman diciendo cosas así, con esa mirada lánguida que te deja sin argumentos, es obligatorio verla, comprarla, volverla a ver y volverla a comprar por si acaso se te rompe la primera que compraste, de tanto verla sin parar.
Una de mis diversiones favoritas es buscar similitudes entre los personajes de películas y mis amig@s y yo. Lo curioso es que algunos de ellos se han convertido en pareja, y que además llevan muchísimos años siéndolo. Eso da una perspectiva de la vida que te enriquece de una manera especial. A lo que íbamos, "BeautifulGirls" es una película especial, con unos personajes que no están cerca de los 40, aunque les falta poco (llevo tantos años en la treintena, que me he fijado en pelis de estas edades, así que tendré que buscar las de la cuarentena...).
De todo el grupo de amigos del pueblo hay tres que destacan, para mí, sobre los demás.
Primero tenemos a Tommy "Birdman" Rowland, interpretado por MattDillon. Es el típico guaperas del pueblo, con un currículum impresionante. Por el asiento de atrás de su coche ha pasado media comarca, y ahora está enrollado con una casada insatisfecha, a la vez que con su novia de "toda la vida". Es experto en meterse en líos de faldas, en recibir alguna que otra galleta de novios y maridos humillados. Sus amigos le envidian, pero también se apiadan de él, pues debería sentar la cabeza, aunque en el fondo es un buen chico. Seguro que al fin terminará por sentar la cabeza. Pues bien, ese sería mi amigo Yet, el riojano.
En segundo lugar está el grandullón Michael "Mo" Morris, interpretado por NoahEmmerich. Mo ha sido el de la novia desde los 15 años, bonachón, pero también un líder carismático y organizador de juergas en el pueblo y los contornos. Siempre con novia, siempre simpático, siempre contento, de vez en cuando borracho, pero gracioso. Mo se casó hace años y es un venerable padre de familia, con una mujer estupenda y dos hijas que le adoran. Es impetuoso y algo fanfarrón, pero un buenazo, como dije. Tiene que salir en defensa de su amigo Tommy cuando le quieren currar de vez en cuando (Tommy es algo metepatas, y muy muy ligón, como he dicho). Es un lujo tenerle como amigo. Diríamos que podría se LighthouseKeeper, thephoneman.
Y ahora vengo yo. Ya se sabe que el que parte y reparte se lleva la mejor parte, aunque en este caso la verdad es que el personaje más molón es el que se parece a mí. Se llama WillieConway, pianista frustrado, aburrido con su vida de ciudad, con un noviazgo en crisis, aunque esté loco por su chica. Es sensible, algo taciturno y endiabladamente interesante para las chicas (vamos, igualito que yo, jejejejejejeje). Su mirada transmite una mezcla de picardía y ternura que hace que todos los amigos se acerquen a él después de mucho tiempo sin verse. Para Willie, la vuelta al pueblo termina siendo un viaje iniciático, con crisis de amor arrebatado, no del todo correspondido: se enamora de UmaThurman (¡y quién no!), con escaso éxito, y cae en las redes de una pre-adolescente NataliePortman (Marty), que consigue por momentos dejarle con el corazón en la UVI.
No hace falta que os diga que es una de mis películas favoritas, y que espero lo siga siendo a partir de los 40, que aún no tengo.
Mientras tanto, os dejo con una canción de su banda sonora, algo antigua, pero fundamental en la trama.
P.S: De las chicas nada hay que decir, salvo que me quedé con UmaThruman
P.S.S.: Pero en realidad el personaje que me gusta más para Lighthouse es C.K.Dexter Haven (dime tú de donde es)
Eran dos extraños, se observaban cada día, a la misma hora en el vagón del suburbano, en la cola de las taquillas de la estación de cercanías. Se observaban, deleitándose con la contemplación de sus correspondientes bellezas corporales, de sus subsiguientes corporeidades bellas.
Todavía no se amaban.
Los días pasaban , los meses avanzaban, las estaciones se sucedían, mas nada ocurría. Ella continuaba con la lectura cuasi-caníbal de su libro milenario y polvoriento. Él, menos pretencioso, disimulaba mientras manipulaba habilidoso los exiguos mandos de su reproductor de música compactada, obtenida por medios políticamente incorrectos.
Todavía no se amaban.
Todos los asientos se encontraban ocupados, y las contadas columnas donde apoyar sus espaldas mochileras eran vertiginosamente ocupadas por adolescentes de Marca y ¡Qué me dices! La distancia de multitudes malolientes aún les separaba. Ellos quizá podían imaginar su mutua presencia, pero lo cierto era que aun no se conocían. El inexorable trajín de un traquetreo eléctrico y carente de romanticismo parecía mecerlesen medio de un ambiente frío y neutro, que en modo alguno anticipaba el desenlace de los acontecimientos.
Todavía no se amaban.
La sucesión de edificios con jardines del plástico y piscina pasaban y pasaban, y nada sucedía. Los trenes, con trenes se cruzaban y, con ellos, su vida se agostaba, su amor se consumía. Eso era lo que él pensaba, mientras miraba, de soslayo, hacia el otro extremo del vagón, aunque no percibiera señales de que sus miradas sólo se dirigían a un objetivo entre la maloliente -repito- marabunta del tren de cercanías.
Todavía no se amaban.
Quién sabe si algún día se amarían ...
Nuestras vidas son trenes, con un destino que nosotros no conocemos. No sabemos la hora. No sabemos el destino, ni el precio, ni la ruta, ni la distancia a recorrer, ni siquiera la cercanía.
A veces rechazamos a viajeros en nuestro tren. Pensamos que tal vez no quieran pagar el billete, tal vez quieran viajar de balde, o amargarnos el camino. A veces les dejamos en tierra, otras, inconscientes, les subimos a primera clase, sin ellos merecerlo, y nos amargan parte del camino.
¡Qué difícil resulta elegir el camino! ¡Cuánta suerte tenemos si escogemos el adecuado! Ni que decir tiene que es afortunado el que consigue la compañía deseada, mucho más si es amada ...
Todavía no se aman, mas deberían intentarlo.
Carpediem, de nuevo, siempre.
Quiero dedicarme siempre a ti, nunca perderte, y que nunca les perdamos a ellos, a los que viajan con nosotros, a nuestro lado ...
Mi amigo cumple 40, menudo pedazo de edad, vive Dios. Es una edad de chiste. Ya sabéis, aquel algo machista de que prefiero dos de veinte a una de cuarenta.
¡Mira que pueden pasar cosas entre los veinte y los cuarenta! Si empezáramos a sumar a una edad su valor en años, y si lo hiciéramos desde los cinco años, al legar a los 20, el salto que se da me parece bestial. Pasamos de 5 a 10 y de bebes que pasan a niños. El paso de los diez a los veinte nos salta toda la adolescencia que, como salto no está mal. Y llegamos al paso de 20 a 40, que nos hace adultos, al menos supuestamente, con la personalidad y el carácter muy marcados y definidos, con muchas cosas importantes que seguramente habrán pasado en nuestra vida (bodas, hijos, tal vez divorcios, a veces muerte de progenitores, comienzo de achaques), y que nos habrán hecho pensar sobre el sentido de la existencia. Marca también una especie de ecuador de nuestra existencia.
¡No me extraña que se entre en crisis! Y digo que se entre, no que se esté en crisis. Entrar en crisis no es malo, sino bueno, ya que nos sirve para poner todo patas arriba, recolocarlo, quitar lo que no sirve y quedarnos con lo que merece la pena, dejando sitio en las alforjas para materiales nuevos.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Carpediem.
Felicidades.
P.S.: A pesar de los 40, todavía seguimos siendo aquellos que en las locas FFs cantábamos, ante la estupefacción de algnos y la envidia de muchos, siempre rodeados de rubias despampanantes, aquello de ...
Starlet apareció en mi vida cuando salíamos de la adolescencia y entrábamos en el mundo de los adultos a través de ese camino tan romántico y lleno de belleza que es la Universidad. Era - y es - una chica tirando a rolliza pero sin serlo, de sonrisa brillante y vital, con toda la marcha del mundo en el cuerpo y con varios amores a los que empezaba a descubrir poco a poco. Uno de ellos, tal vez el más importante para ella, pero irrelevante para nuestra historia, era mi amigo Yet, que sería - y es - su compañero de fatigas, y de otras cosas ... Pero ella era también una enamorada de los humores alterados, una apasionada del síntoma morboso; tenía a la enfermedad como platónico amor, y a mí como su confidente y privilegiado alcahueto. He de reconocer que sus continuas preguntas y angustias enfermizas me ayudaron a fijar algún que otro concepto, incluso a aprobar alguna que otra asignatura. Recuerdo - por poner un ejemplo - el día que llegó a mi casa corriendo, taquipneica y con el habla entrecortada, para decirme que estaba gravísima, que acababa de sufrir un infarto y que si no la llevábamos pronto a un hospital su vida sufría un grave peligro. Simplemente fantástico. Su promiscuidad dentro del mundo de la Patología General y particular no conocía límites. Llegó a padecer varios tumores cerebrales, de diferentes tipos histológicos - ¡cómo se los sabía la condenada! -. Por un momento pensé que se iba a convertir en una baronesa de Münchausen cualquiera. Sin embargo, el balsámico efecto de mis palabras y de mis malísimos dibujos - que luego guardaba y enseñaba a sus amigas -, me hicieron darme cuenta de que en realidad era la promiscuidad lo que le atraía. Ella no quería enfermar, agravar su estado y morir; ella quería enfrentarse a un enemigo invisible y misterioso y con la fuerza de su convicción y la ayuda de mis consejos, salir victoriosa una y otra vez. Era en verdad la moderna heroína del siglo donde más se ha idolatrado la salud como fin en la vida.
Con el paso de los años, su amor por Yet crecía exponencialmente, pero continuaba con esa relación adúltera, casi sexual, con la enfermedad. Seducir a los síntomas, llegar al diagnóstico diferencial y darse cuenta de que, a fin de cuentas, no había nada de nada en todo aquello. Al mismo tiempo, mi sabiduría - por llamarlo de alguna manera - aumentaba, digamos que linealmente y cada vez quería más a mi amiga Starlet. Camino de mi casa, a la salida de las clases que nos impartían en el hospital, pasaba por su pisito de estudiante, compartido con otras amigas, para que me diera cuenta del parte semanal de enfermedades. Aquello era maravilloso. Me contaba uno tras otro decenas y decenas de pinchazos, opresiones, fluidos anómalos y sensaciones extrañas, algunas reales, otras sospechosas de conductas inconfesables, las más totalmente imaginarias. Yo la amaba en su personal hipocondría. Cada día un síntoma nuevo, un amante nuevo, probando mi capacidad de resolver con explicaciones científicas su angustia de ese momento. Y sé que ella, y sus enfermedades imaginarias, a su manera, me amaban. Esperaban mi llegada cada tarde y me recibían como se hacía con los médicos de antes: con "¿Un cafelito, don Ángel? ¿se anima con este pacharán casero? Venga, que no se diga. Por cierto, sigue usted soltero, verdad; porque el caso es que tengo una conocida que su hermana ..." y cosas así. Los años pasaron, y los avatares de la vida me alejaron de Starlet. Cambió de casa, terminé la carrera. Se acabaron los cafelitos, los pacharanes, las amigas casaderas y los síntomas imaginarios. Su amor por Yet llegó a su punto culminante: un buen día me anunciaron que se iban a casar, que fuera comprándome un traje nuevo, que para el Otoño pasaban por la vicaría. En ese momento me di cuenta de que lo nuestro había terminado. Como un colegial al que le deja la novia, me fui a mi casa a llorar y regar mis penas con el destilado néctar de cereal de las tierras del Norte. Pensé que mi vida no tenía sentido y que no sabía para que tantas horas de dedicación para que luego te dejen tirado y que esto es una mierda y que no hay derecho y que menuda tajada tengo y que me voy a dormir para no tirarme por el viaducto.
Pasada la decepción del primer momento, olvidé lo sucedido y me enfrasqué en mi trabajo, en el estudio y en la investigación. Me olvidé de hipocondrías, de enfermos imaginarios y de las penas de mi amiga Starlet. Resultó que todo aquello que estudiaba me gustaba y que era lo que en realidad quería hacer durante los próximos años de mi carrera profesional. Fueron meses muy felices, en parte porque yo también encontré a mi amor, Colombina. Hasta que un día tonto de este Otoño tan precioso que tenemos en Madrid, oyendo los mensajes del contestador, escuché uno que me llenó de pavor. Había estado de guardia y el mensaje tenía unas 40 horas de antigüedad. Era de Yet, y me decía que por favor fuera ver a Starlet, porque él estaba ya harto de sus locuras y sus síntomas imaginarios y que a mí me hacía más caso. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y un pensamiento único ocupaba mi mente: "Se acabó", aunque en ese momento estaba equivocado en cuanto a lo que se acababa. Fui corriendo a casa de Starlet y la encontré postrada en su lecho de dolor, retorciéndose desesperadamente por las contracciones rítmicas de sus uréteres que luchaban por expulsar una pequeña piedrecita. "¡Por favor, quítame el dolor, por favor, quítame el dolor!", repetía sin parar. No tuve problemas, a pesar de no dedicarme ya a la práctica asistencial, para atajar su mal, su primer verdadero mal, su primera enfermedad. Pasados los momentos de máxima angustia, me decía: "Me has curado, amigo mío, gracias eternas. Siempre me curaste tú y quiero que cuando tenga mis niños me quites el dolor, porque me han dicho que el parto es parecido a esto y no quiero tener nunca dolor. ¿Verdad que tú me quitarás el dolor? Anda, Doc, dime que lo harás". Cuando volvía a mi casa, bajo la lluvia del Otoño madrileño, una vez había dejado a mi amiga Starlet, sin dolor, y en la compañía de Yet, me di cuenta de lo que había pasado. Starlet se había curado, pero no de su cólico, sino de su enfermedad imaginaria. Había descubierto el dolor, había nacido a la vida real, a la del sufrimiento, la de la cruda realidad. Había visto que la enfermedad no era como ella había soñado, como había leído en cientos de novelas, románticas unas, descarnadas otras.
Mi amiga Starlet sabía ya que la enfermedad podía ser un drama y se había sentido impotente porque los síntomas la superaban y no eran nada románticos. Le había tocado de lleno el dolor, que no entiende de razas, sexos ni fidelidades morbosas -¿conocéis alguien más fiel a los males corporales que Starlet? -. Ella descubrió que la enfermedad real a veces duele y pasó a odiar al dolor y de heroína se transmutó en niña desvalida y acobardada que seguía repitiendo, mientras yo avanzada bajo la lluvia, "Por favor, cuando nazca mi pequeño, que no me duela, que no me duela, que no me duela, que no me duela ..."
P.S.: No era mi intención poner cosas antiguas en los post, pero a este relato le tengo especial cariño. Es de verano de 1996.
Mientras escribo, espera que te espera; mientras espero, escribe que te escribe.
En la nebulosa de los sueños vespertinos, entre la neblina de una modorra pasajera, entre atribuladas y azarosas, ansiosas y agitadas, las palabras salen de mis manos. Parece que ellas mismas tengan vida.
El reloj en una esquina gira y gira, sus manecillas avanzan lisonjeras. Con un giro imperceptible en mi barbilla, mis ojos las contemplan extasiado. Mientras tanto, mis manos, escribe que te escribe. Mientras tanto, mi corazón, espera que te espera.
En la puerta contigua un ruido me estremece. Ha sido tenue, liviano, mas mi corazón se altera. Nunca sabré quién llamó insistente a la puerta que junto a la mía se cierra, sin respuesta, esquiva. En su interior, como en el mío, un alma espera, en silencio, una llamada, que le diga ... que le diga "ven, anímate y espera".
La espera me alimenta, me nutre y me fustiga. Hace de mí receptor de caricias etéreas, para convertirse en ardorosas y densas, intensas y plenas. Mi sopor me mantiene extasiado en pensamientos sublimes, de desiertos y selvas, que me hacen sentirme animal de lianas, dunas y palmeras. Me mece una zozobra que, más que peligro, me inspira en la espera. Mientras espero, en el teclado, el cursor, escribe que te escribe; mientras escribo, la pantalla, espera que te espera.
En una esquina, un corazón desesperado, escribe, en una libreta, pensamientos y misivas. Es corazón en espera, aun entero, la esperanza le mantiene, le mantiene con vida. Si al esperar, desespera, quedará roto, quebrado, hecho jirones. Si con la espera, la paciencia le abandona, la inquietud vence en su interior, altiva, tal vez abandone aquella esquina, dejando en aquel suelo su lápiz y libreta, con pensamientos y misivas, al albur de una brisa mañanera, que las haga llegar a su destino. Y en mi destino, mientras escribo, espera que te espera. Y si no llego, mientras espero, escribe que te escribe.
Y Mientras lees, piensa que me escribes; mientras te leo, pensaré que aún me esperas.
Once, once de Marzo, da igual el año, siempre será un día triste, por mucho tiempo que pueda pasar. Los recuerdos de ese día se hacen sorprendentemente vívidos en mi interior y cuando los rememoro se me presentan con una claridad sorprendente.
Recuerdo una llamada de mi padre antes de las ocho de la mañana, para decirme que había pasado algo en el metro, que fuera en taxi al hospital.
Recuerdo el viaje en taxi hasta el hospital y a una locutora en la radio que decía que no podía ser que hubiera cientos de muertos, que debía ser un cálculo fruto de los nervios o de la inexperiencia del reportero.
Recuerdo la llegada al hospital y la sensación de zafarrancho de combate, con todo el mundo haciendo lo que sabe sin que nadie le obligara a hacerlo.
Recuerdo ese quirófano seis de urgencias, en el que me metí a las nueve de la mañana y del que no salí hasta las dos de la tarde.
Recuerdo los cuerpos destrozados por dentro y por fuera y recuerdo lo mal que lo pasé intentando que no se me fueran de las manos.
Recuerdo que mis compañeros de los quirófanos de al lado estaban tan mal como yo y que parecía que nunca iba a acabar y que no dábamos abasto.
Recuerdo que a las doce de la mañana todavía no había llamado a mi casa y que los móviles no funcionaban.
Recuerdo que por la tarde, cuando volví a mi casa, tenía una sensación de dolor en mi alma que tardó días en quitarse.
Recuerdo los días siguientes, las preguntas de la gente y el hospital saliendo poco a poco del caos de aquel jueves.
Recuerdo a mi hijo preguntándome: ¿Por qué, papá?
Recuerdo que fue el día más duro de mi vida como profesional de la Medicina y las cosas que aprendí en esas horas tan cortas pero tan interminables.
Recuerdo, aunque no sé si quiero recordar, aunque creo que debo hacerlo, que todos debemos hacerlo.
Romeo y Julieta me empalagan, no me los creo. Si se hubieran ideado sus personajes en la época actual me horrorizarían, y me los creería menos todavía,pero Shakespeare se los inventó a finales del siglo XVI y les hizo vivir y morir en Verona. Les dio un valor romántico, profundamente trágico que ha pervivido desde finales del siglo XVI hasta nuestros días.
El pragmatismo me domina cuando pienso en esta historia, y no sé si me emocionaría lo más mínimo en el caso de verla ahora.
¿Que te gusta una piba que pertenece a una familia que te odia a muerte? ¿Que a ella le molas tú? Pues os enrolláis y punto. Si las cosas se ponen feas, os fugáis en un vuelo de Ryan Air a la otra punta del mundo (pagando la tasa extra de uso del WC, eso sí) y punto. Nada de venenos, puñales ni nada de nada.
Pero yo no os quería hablar de Shakespeare, sino de los Dire Straits, mi grupo favorito de los 80 )los Beatles están a otro nivel). Suena algo carca, pero es que lo soy, y a mucha honra, y si que te gusten los Beatles y los Dires es ser carca, yo lo soy, ¡y mucho!
Direros del mundo, ¡uníos y cantad conmigo esta canción!
Romeo says:
Juliet, the dice was loaded from the start And I bet when you exploded into my heart And I forget I forget the movie song. When you gonna realize it was just that the time was wrong, Juliet?
La película me parece mala, muy mala y aburrida, muy aburrida, con la salvedad de la escena del principio con la persecución en el edificio en construcción con las grúas y todo eso, en la que los especialistas se lucen.
Él, aparte de cachas, super cachas, no aporta nada de nada. Al menos el doblador no decepciona con la voz profunda que suele caracterizar a estos personajes.
Las fantasmadas son de impresión, como la "casi autodesfibrilación" que finalmente realiza la chica o sus apariciones, impecable siempre, tras haber luchado con treinta o haber estado a punto de morir. Por no hablar de lo del masaje cardíaco que le hace a la chica es de coña.
Ella, EvaGreen, es sosita, sosita, muy mona, más bien espectacularmente guapa con esos modelitos de fiesta y casino que le colocan, y punto.
Pero ayer, tras verla en la tele, soportando interminables e impresentables sesiones de anuncios, me quedé con una perla de diálogo, aplicable a muchas escenas cotidianas de la vida.
Bond vuelve a la sala don de juega la partida tras haber sido envenenado por su gran enemigo, besa a la chica y se dirige a la barra.
Bond: - Un martini, con vodka
Barman: - ¿Mezclado o agitado?
Bond: ¿Tengo cara de que me importe?.
Fin de la escena, sigue jugando y, como no, gana la partida
Eran antagónicos, mas se querían. Se querían aunque fueran antagónicos, y esa era una ecuación difícil de resolver. Se trataba de cuestiones difíciles de sustanciar, quereres (casi) imposibles de corresponder y, sin embargo, se amaban.
Los árboles de las diferencias les impedían apreciar el bosque del amor sincero. Tal vez intentaran talarlos, pero el bosque entonces desaparecería, y con él, su amor, su amor verdadero.
Cruzaron valles, vadearon ríos, alcanzaron las cimas más altas del deseo, antagónicos ellos. Intentaron que un látigo indiferente les azotase en el dorso de sus sentimientos. Fue en vano, eran antagónicos, y fueron presa del amor y luego, del deseo.
Su antagonismo les hizo ciegos, no pudieron, no quisieron percibir la secuoya que se alzaba ante ellos. Quisieron rodearla, mas no pudieron.
¿Qué ocurrió entonces?
¿Qué fue de ellos?
¿Cambiaron las tornas en sus mentes y en sus cuerpos?
Una mariposa aleteó en la otra punta del Universo ...
La secuoya se abrió de parte a parte y una puerta nueva apareció marcando el camino, tal vez del Cielo.
Unieron sus manos, antagónicos, pero cuerdos. Todo lo cuerdos que permiten el amor correspondido y, como no, el deseo.
Y entraron juntos, unidas sus manos hacia ese camino, tal vez el del Cielo ...
Desde la nochevieja de 1988, en la que la mítica Sabrina Salerno nos mostró salerosa uno de sus poderosos senos, no se había visto nada igual en la televisión patria. Y no es que no nos enseñen pechámenes y demás partes de la orografía corporal de féminas de diversa catadura, que bien hartos estamos, especialmente en algún que otro canal. Tampoco es mojigatería, no se crean.
Lo realmente excitante no es que se haya mostrado durante unos breves instantes la cima de esa cordillera poderosa que constituyen los pechos de la escultural cantante, sino la sorpresa y el hecho añadido de que haya ocurrido mientras se marcaba un dance con el Hugh Jackman, que pasa por ser el tío más macizo del planeta y sus aledaños.
Es curiosa la tendencia actual en las ceremonias músico-festivas en los USA a mostrarnos de vez en cuando esta parte, a veces tan apreciada, de la anatomía femenina. Sin embargo, hay que decir que no todos son iguales. Baste como ejemplo citar el sorprendente destape de Janet Jackson a manos de Timberlake en el show de la Superbowl. Simplemente, me pareció algo penoso, por poco espontáneo y claramente provocador. No se sabía si era su hermano vestido de muñeca diabólica o un extraterretre abducido por el golfo cantante y productor.
Lo de Beyoncé es otro cantar. Ha sido descubierto días después por un observador avezado y que ha sido capaz de reproducir el dance a cámara lenta para finalmente descubrir el secreto que tenía guardado el baile que se marcan estos dos fenómenos de la naturaleza.
Sin embargo, parece algo revelador y un poco penoso que este hecho haya trascendido y la anécdota haya eclipsado, al menos parcialmente, los premios y sus ganadores. A mi me importa un pimiento que enseñe un pezón o lo que sea. Creo que es algo lamentable que los tíos nos fijemos en ese tipo de anécdotas de una manera tan primitiva, aunque reconozco que maciza, está un rato la chica.
En fin, que como es el pez más grande (el pezón, claro) , su importancia tiene que tener.
Los ordenadores "dan más guerra que un hijo tonto". El sabio refranero español me ha parecido siempre cruelísimo en este caso, aunque también es difícil que pueda ser más gráfico. Lo malo de la tontuna a la que el refrán es que no suele tener solución, y constituye un terrible drama para la familia que le toca sufrirlo.
Divagaciones aparte, os diré que aquí me encuentro, escribiendo en mi teclado inhalámbrico del ordenador de sobremesa de mi casa, frente a la pantalla plana, y con la CPU abierta, y entre mis piernas. No, no se me ha ido la olla ni he desarrollado una parafilia difícil de sustanciar, pero que seguro que acarrearía una fama de características universales. El problema es que el ordenador está "porculero". Se me apaga, se me bloquea, va lento ... Una delicia.
He de reconocer que mi vida informática es y ha sido bastante promiscua, valga la expresión, no como la otra que es del todo formalita. He cambiado de ordenador como ligoncete de barrio cambia de novia, sin remordimientos, aplicando la doctrina de "a rey muerto, rey puesto" sin ningún tipo de pudor ni remordimiento.
...
...
(Esto ha sido una pausa para guardar lo escrito hasta ahora, que me conozco el percal).
El problema es que mi ordenador es bastante nuevecito y caro, como si fuera una especie de Audi informático, y pensé que con esa filosofía lo normal es que no diera la lata, que Internet fuera como un rayo, el Emule a tope y los juegos fenomenal. Es en este tercer punto donde empieza a flaquear el amigo: de juegos, nada de nada. Los pongo y va como una diligencia, lo quito y a correr. Solución: a leer, escribor, dormir o lo que sea y si quiero jugar, me compro la Wii.
"Quito los juegos, vale, quito los juegos". Y el capullo se apaga a los cinco minutos de arrancar. "Me compro uno nuevo", pienso. "Pero si está en garantía", medito. "Yo lo arreglo solo, que llevarlo a la tienda es una lata, y además estoy sin ordenador una semana, y a ver luego cuando voy a por él, que mi churri pasa, que si le duele la espalda, pesa mucho, yo me entero mejor de todo y además hay que ir en coche y no sé aparcar", reflexiono. "Que no, que no, que por mis "eggs" yo lo arreglo", decido finalmente.
...
...
(Otra pausa para guardar)
Cojo mi caja de destornillador multicabezas (regalo de un día del Padre) y empiezo a destripar la CPU. "¡La estoy viendo en bolas!", pienso algo trastornado. "¿No será algo guarrilla?", se me enciende la bombilla (sin haberlo planeado, me ha salido un pareado).
Efectivamente, veo polvo y polvo por todos los rincones e interioridades de la CPU. Me armo de bastoncillos para oído, trapos y hasta aspiradora. Salen montañas, kilos de polvo y esto parece que vuelve a funcionar, de momento.
...
...
Han pasado las horas y sigue funcionando. Aprovecho para desfragmentar la unidad, ufano por mi éxito. Me beso a mí mismo, he vencido.
P.S.: Sigo odiando los ordenadores porculeros, que en el fondo son todos, y decido uncluirlos en mi ya larga lista de fobias (aterrizajes, multitudes, agujas).
P.P.S.:Como dentro de 30 años los superordenadores del futuro lean este post, me liquidan a lo "Yo, Robot".
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*África* a quien llamamos cariñosamente *Siri*
*Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto,
con su verde árbo...
aquí
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Aquí en el desatino,
me enredo en memorias
ahogo mis penas pero no en el vino,
pedazos de cielo, retazos de historias
que atrapó el olvido.
De pronto...
The End
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Cuando era pequeña, pasaba toda la semana deseando que llegara el sábado
para ver, a media tarde, la sesión de cine familiar. Normalmente, eran esas
interm...
¿Y de qué va esto, por favor?
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Decía Nuareg el otro día que este título de blog había que explicarlo.
Verá, soy de Cádiz. Del mismo Cádiz. Puerta Tierra para dentro. De 150
metros mal co...