viernes, 13 de febrero de 2009

ROSA MARCHITA, ROSA

Hola, Eluana.




Perdona la familiaridad, pero me tomo la libertad de hacerlo así, al menos sea por que somos de la misma edad, pues sólo un año y unos meses separan nuestras fechas de nacimiento. No he conocido tu infancia ni tu adolescencia, en tu Lecco natal, al norte de la Lombardia, cerca del lago Como, llena de alegría y vida, al menos eso es lo que me inspiran las fotos que aparecen en todos los telediarios y páginas cibernéticas y/o papiráceas de la prensa mundial.

Hola Eluana, tu vida ha sido el claroscuro de todas las vidas hecho una tragedia con final feliz, al menos para ti. Tu cuerpo, maltrecho y reducido a la mínima expresión, ha podido al fin descansar. Tu familia ha completado el ciclo de la catarsis del dolor, la rabia y la impotencia. Ellos también descansarán.


No hay nada más duro que perder un hijo. Es una frase hecha, pero es cierta. Es más duro que ver sufrir a un hijo, porque al menos lo tienes, pero hay momentos en la vida en los que hay que elegir. Cuando no hay solución, y no hay marcha atrás, ni posibilidades de salir del camino que lleva a la luz, la decisión es obligada, y, en general, no la toma el interesado, nunca la toma el interesado, ni siquiera con las últimas voluntades. Siempre es otro el que firma el papel, y ahí de ahí vienen las dificultades para resolver estos casos, tan claros por otro lado para el sentir y el sentido común de los médicos, de la mayor parte de los médicos.

No creo que haya que mezclar la eutanasia ni el aborto con el dejar seguir el curso de la naturaleza (o limitación del esfuerzo terapéutico, en adelante LET), cuando al final, por mucho que hagamos, el resultado va a ser el mismo. En mi trabajo diario me encuentro con situaciones de LET, no siempre comprendidas por todos los médicos con igual intensidad, lo que hace aún más difíciles las cosas. La familia de los pacientes, inconscientes, suele estar al principio en estado de shock, y suele ser muy influenciable y manipulable. En muchos casos se aferran a un “haga usted todo lo que pueda” sin poder valorar las consecuencias de la decisión tomada. Es mucho pedir en esas situaciones, pero ahí es donde hay que encauzar los casos, porque si nos ponemos en manos de los jueces, que se basan en certezas, en testimonios, y que suelen pasarse la pelota entre ellos, todo se eterniza, haciéndose los casos realmente eternos.

Todo empeora y se prostituye cuando entra la política y los fundamentalismos religiosos y “progres”, en igual medida, salen a relucir. El aire se hace fétido y pestilente, y a uno le dan ganas de que saquen las fotos actuales de la pobre Eluana para que todos se callen y dejen a esa pobre familia tranquila con su dolor, el dolor del sufrimiento, el dolor de la pena y, sobre todo, el dolor de la pérdida y de la ausencia. Al menos les quedará la conciencia tranquila después haber hecho todo lo mejor por su hija, después de haberla querido, como se quiere a una hija, durante los años que han tenido la suerte de tener a Eluana junto a ellos.

La vida privada es íntima, y la muerte es el momento sublime de la vida, más íntimo todavía. Los focos, las cámaras y los telediarios sobran, y los políticos oportunistas y manipuladores, y los mantenidos por la subvención que salen a la luz al olor del barullo. Dejemos a la familia y los amigos juntos en su dolor. Nosotros sólo debemos quedarnos con su ejemplo y dedicarles nuestras oraciones, nuestros pensamientos.

Legislar es difícil, y hacerlo bien a veces parece ser imposible. Pocas veces se tiene en cuenta la voluntad del individuo, y los políticos se empeñan en decidir cuando debemos hacer tal o cual cosa, o como debemos hacerlo. Además parecen empeñados en decidir cuando debemos o no morir y como debemos hacerlo. Y lo hacen, en un sentido o en otro, sin mirarnos a los ojos, porque no se atreven, y lo mismo deciden liquidar a un feto de 25 semanas o cargarse a un viejecito de 90 un poco demenciado, como deciden que no se puede dejar en paz a una mujer que lleva 17 años fuera de su cuerpo.

Si nos dejaran hacer a las personas, a los profesionales de la Sanidad, sin miedo a represalias, a demandas, a reprobaciones públicas, y todo ocurriera en la intimidad de una habitación, explicando todo con claridad y cercanía, como en muchos casos se hace, seríamos más humanos, que es lo que nos hace grandes, dentro de nuestra pequeñez.

Ciao Eluana, un baccio ed arrivederci.

5 comentarios:

  1. No puedo decir más de lo que has dicho, porque lo has dicho con el alma y con la profesionalidad de quien sabe de lo que habla.
    Además, estoy emocionada.
    Mucho se debe reflexionar acerca de este tema.

    Un abrazo.

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  2. A mí también me has emocionado.
    Veo vuestro mundo profesional desde la distancia (afortunadamente, me mantengo lejos) y me hago muchas preguntas, que el sentido común es capaz de responder.
    Hoy tú también me has respondido a algunas con este maravilloso post.

    Y me sigo preguntando por qué hay cosas que queremos hacerlas aún más difíciles.
    Besos agradecidos, Nuareg.

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  3. Sé que tú eres de los míos, de los nuestros, de los del sentido común, aunque a veces es difícil aplicarlo o dirigirte en la dirección adecuada.

    Pero no debemos juzgar, debemos ser honestos, que es mucho, muchísimo, y no siempre apreciado, al menos, en un primer contacto, y a veces nunca, y en ocaiones excepcionales, no bien entendido, siendo origen de quebraderos de cabeza, con los que hay que aprender a convivir.

    En el caso del que hablamos, tengo muy claro de que lado estoy y para lo que trabajo.

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  4. Nuestro mundo profesional, Lunarroja es fácil y complejo a la vez. Lo sencillo lo hacemos complejo sin quererlo muchas veces. En ocasiones es más sencillo simplificar la cosas mirándolas desde fuera, lo cual hace más difícil cada día nuestro trabajo.

    Por otro lado, en la facultad tampoco se enseña a dar malas noticias ni cosas prácticas.

    Como me decía un profesor cuyo nombre no recuerdo: "El que sólo sane Medicina, ni siquiera Medicina sabe".

    Besos agradecidos también.

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  5. ¡Cuanta razón tienes!

    A mí también me ha emocionado tu reflexión. No hay derecho a que en muchas ocasiones prevalezca intereses más o menos oscuros frente a la claridad y al sentido común.
    A veces tengo la sensación de que ahora adornamos en exceso las cosas, nos perdemos en lo accesorio y olvidamos la esencia.

    Besos, muchos besos

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