viernes, 2 de enero de 2009

CODICIA

Ya han pasado los fastos “gordos” de la Navidad de 2008. Imagino que aquellos que decidieron perjudicar a su cuerpo a manos llenas ya estarán recuperados, encamados o con cara de acelga en sus respectivos lugares de trabajo. En mi caso me encuentro razonablemente bien, dentro de un orden, y en la tercera opción, aunque con una facies aceptable, dentro de las posibilidades que la Naturaleza me ha proporcionado.

En fin chic@s, vamos al tajo.

El otro día, leyendo un resumen de las cosas importantes del año 2008 que destacaba un conocido periódico, me llamó la atención el enemigo del año a nivel mundial. Este año habían elegido la codicia. Llenaban cuatro páginas una serie de artículos con diferentes perfiles: sesudos, economicistas, monetaristas, filosófico-existenciales. Grandes verdades muy meditadas nos argumentaban la elección de este enemigo del año que se fue.

Después de haberlo leído, meditado y reposado, esta mañana, ya dos de Enero, tras una navegación por la Red para reafirmarme en mis ideas, he llegado a una conclusión. Con todos los respetos por si alguien pudiera verse ofendido, en ese periódico se han lucido con el descubrimiento. Me parece que han tardado un poquito en descubrir el Problema del Ser Humano. La codicia nos lleva destruyendo desde que Caín mató a Abel.

Para poder reflexionar sobre esta cuestión, creo interesante comenzar con definir aquello de lo que vamos a hablar. Según el diccionario de la Real Academia, el término codicia (del latín cupiditia, de cupiditas, -atis) tendría cuatro posibles acepciones, las cuatro femeninas, por cierto. A saber: afán desmedido de riquezas; deseo vehemente de algunas cosas buenas; en el argot taurino, cualidad del toro de perseguir con vehemencia y tratar de coger el bulto o engaño que se le presenta; y finalmente, apetito sensual.

Existen otras definiciones que complementan la oficial, algo académica, y podríamos quedarnos con que la codicia es un deseo incontrolado de posesión de bienes materiales e inmateriales, pertenezcan a otros o no. Multitud de citas se refieren a este pecado capital, enemigo número uno de epicúreo o estoico que se precie, aunque para ilustrar más este preliminar, me quedaría con un castizo refrán castellano que dice “Abad avariento, por un bodigo pierde ciento”.

Vivimos en unos tiempos en los que el Dinero es el único dios verdadero. Nos guste o no es así. Yo sospecho que siempre ha sido así, pero ahora se confiesa sin rubor. Se tratan de destruir todos los demás, justificando todo para servir al poderoso caballero. Se reviste de ropajes que camuflan sus aviesas intenciones. Su adoración permite elevar un canto a un optimismo existencial y autoindulgente que, cuando todo sale bien, llena la superficie de los corazones, aunque los deja exangües en su interior. Cuando todo va bien, todos somos felices, todo es posible, podemos llegar a todos los planetas, curar todas las enfermedades o comprarnos todos los pisos. Pero cuando llegan los problemas, y se rompe el saco, no queda combustible y la bomba empieza a flaquear.

Viene entonces el momento de los sacrificios y las privaciones, y las alforjas están vacías. Estuvieron llenas de euros, de dólares, de pisos sobrevalorados, de opulencia desmedida, de tarjetas de crédito, de coches caros, de altos cargos, de comida en el cubo de la basura. Fuimos un poco pardillos, la verdad. Eso de creernos que todo iba a ir siempre bien en nuestro Occidente feliz y autocomplaciente. Llegaron las vacas flacas y nos dieron la primera lección del siglo XXI: que la codicia ha sido nuestro enemigo del año 2008. Insisto, fuimos y somos unos pardillos, nos fiamos más de un señor con corbata sentado al otro lado de una mesa que de lo que nos pudieran contar nuestros hijos con su sentido común limpio de orgullo y soberbia. Y el sistema económico “petó” y entonces nos contaron que ahora la codicia era muy mala.

Dándole la vuelta a la tortilla, me inclinaría a pensar que no es mala ni buena, sino humana, y como tal lo que tendríamos que hacer es convivir con ella. No dejar que nos engañe. Lo malo no es tener enemigos, sino no reconocerlos cuando caminan a nuestro lado.

Codicia y mendacidad son una combinación mucho más perniciosa. Se hacen nuestras compañeras, nos regalan el oído, nos hacen creer que el becerro es de oro y nos hacen adorarle. Contra esto es mucho más difícil luchar, y por eso hemos sido tan inocentes. Nos creímos lo que nos contaban, nos tendieron una trampa y caímos.

Lo peor de todo es que mucha gente ha llegado a este punto con la mochila vacía o sin ella. Muchos se habían aferrado a una tarjeta de crédito para dar forma a su felicidad, han plastificado su hedonismo y se han quedado sin fondos. Ahora sólo les queda seguir la dirección que les han marcado los que se están forrando a costa de los que han perdido.

Como nos contaron hace unos días en un tostón televisivo, ahora toca “tirar del carro”. Eso es lo que vamos a hacer en el año que comienza, y espero que no se nos olvide lo que es la codicia. Me dan ganas de guardar el recorte del periódico y dejárselo a mis hijos como herencia, aunque con la lata que les pienso dar no creo que haga falta.

En lo personal, espero que el año 2009 sea mejor que el anterior y que todo lo que comencé, se afiance y crezca. Ayudadme a que así sea.


P.D.: Propuesta cineforum para las próximas semanas: La gata sobre el tejado de zinc.

4 comentarios:

  1. BODIGO. (Del lat. panis votivus, pan ofrecido en voto.) m. Panecillo hecho de la flor de la harina, que se lleva a la iglesia como ofrenda.

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  2. Bueno, pues aquí estaremos. Es mi pequeña contribución a que este blog, recién comenzado, siga y siga y siga... por mucho tiempo.
    Yo también espero que el 2009 sea mejor que en anterior.

    En cuanto a la codicia, pues sí, tienes razón: pero que nadie se asuste a estas alturas. Es un mal inherente al ser humano. ¿Qué fue antes: el huevo o la gallina? Pues lo mismo.
    ¿Almas puras? Estoy segura que haberlas haylas... pero cada vez menos. Y el que esté libre de pecado...

    Un beso fuerte.

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  3. O sea que "cupidito" ha resultado ser un cabroncete que nos instiga en todo momento(con flecha incluída)a codiciar el amor! Ya me parecía a mí...el gordinflón ese con cara de buenito...

    De acuerdo contigo en todo. Creo que nos lo merecemos. Aunque yo personalmente, y aun comentiendo bastantes de los otros pecados capitales, la avaricia o codicia no es precisamente el que me caracteriza. Pero no debemos olvidar que la codicia no solo lo puede ser de bienes materiales. También de fama, poder, encantos personales,exito o incluso amor (cupidito).

    Lo unico que puedo decir es que para mí "codicia" es sinónimo de "insatisfacción", porque nunca tienes bastante.

    Y es bastante lo que tenemos. Es mucho.

    Lo de la peli no me podría parecer mejor. Danos tiempo para verla, que tal como está el patio, tiempo es lo que yo codicioooooooo!!!!

    Besossssss.

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  4. Esa es una de las cositas que también codicio, el tiempo. ¿Hay algunas tiendina de tu barrio dónde lo vendan? Si la encuentras, me lo dices.

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