Viajar en Metro es para mí una necesidad, no lo hago por placer, lo confieso. Me iría tan ricamente a trabajar en bicicleta, pero, por un lado, el frío y la lluvia de Madrid y, por otro, algunas interminables jornadas laborales que me
dejan agotado, me lo impiden.
Me obliga a tener que soportar una serie de cosas que no me gustan: calor, olor, sudor, algunas personas maleducadas, retrasos que nadie me explica y alguna que otra cosa que no viene al caso.
Como contrapartida me da cosas buenas: encontrarme a un amig@ al ir al trabajo, un ratito de lectura, música o simplemente pensar y, además, me permite observar. Parecemos como pequeños animalitos de un documental de National Geographic, cada uno muy parecido al de al lado, pero en el fondo muy diferentes entre sí.
El otro día me llamó la atención como pasan las hojas de las revistas, periódicos y/o apuntes diferentes pasajeros de mi vagón. ¡Y es que hasta a eso nos da información sobre como somos en realidad!
Está la musical introspectiva, que suele ir con un tocho estilo Barbara Wood, con título tales como "Pasión desatada", "Amistad destructiva" o "Ambición ilimitada", que parece que se van a meter en el libro, que se van a comer a algún personaje claramente macizo, y que pasan las hojas con voracidad, siendo capaces de pasarse la parada si es que la ocasión lo requiere. Todo ello mientras escuchan con el mp3 música de Presuntos Implicados, que ayudan a la inspiración lectora.
Luego tenemos al deportista del vagón que, lo practique o no, pasea al deporte en forma de MARCA, As o prensa gratuita, por medio Madrid, empapándose desde la primera a la última página, con especial memorización de las dedicadas a su equipo predilecto y/o deporte favorito, para luego poder crear una corriente de opinión adecuadamente argumentada en su tertulia mañanera. Pasan las hojas como quien pasa el balón en profundidad. Todo un clásico que, generación tras generación, permanece y nunca muere.
Otra subespecie del suburbano, valga la redundancia, sería el o más veces la lectora profunda de libros raros (a veces con pintas). Suele ser una veinteañera temprana, universitaria, que se lee desde Proust, a Rimbaud, pasando por Whiltman o acabando por Pepe Hierro. Todo lo devora, todo lo asimila. No escucha música, se sienta a veces en el suelo, otras se apoya en el fondo del vagón. Siempre se concentra en las páginas, las mece, las acaricia, casi las besa, forman ya parte de las yemas de sus dedos. Me encanta ver a criaturas como ella. Me reconcilian con el amor colectivo por las letras, aunque sean sottoterra.
Llegamos a las destrozadoras del papel couche que, cual si en la peluquería estuvieran, pasan las páginas, las bambolean, las agitan -los de la foto están que echan la pota-, las menean, las magrean, las arrancan de su grapado central, y realmente no leen nada, podrían ser analfabetas sin que nadie lo notara. No he encontrado un rol masculino similar, ya que el citado más arriba sí que se empapa de las noticias futboleras de rigor.
Tenemos también al yuppie pobrete o ecologista, impecablemente vestido, que va empapándose de las páginas color salmón de diversos diarios de información económica. Ahora, como ya hay cobertura, puede comprar-vender no sé que tipo de acciones, futuro, depósitos o cualquier otro producto financiero, ante la indiferencia o curiosidad de la gente, según lo cerca que estén de él. Suele estar de pie, para salir corriendo lo antes posible del vagón, no vaya a ser que le vean en su super-consultoría y el cachondeo sea mayúsculo.
Otro al que le tengo especial cariño, y no porque lo haya visto, sino porque me lo imagino y me hace gracia, es el/la resident@ de anestesia, que anda empollando con fruición los capítulos correspondientes a la anestesia inhalatoria, tal vez por recomendación mía, o bien anda enfrascado en un chuletario sobre como hace la epidural fulano -yo- o mengano, lo cual me hace especial ilusión. Confieso que si es residenta me halaga más todavía, así somos los tíos, que se le va a hacer.
Yo, por mi parte, me cojo uno de los tres libros que suelo leer simultáneamente y, como tengo unas cuantas estaciones, aprovecho para ilustrarme un poquito, y con el Ipod que me han traído los Reyes Magos, me pongo banda sonora, sobre todo al descenso interminable de las escaleras de Cuatro Caminos ...
Amig@s blogueros, ¿conocéis más especies suburbanas?