miércoles, 17 de diciembre de 2008

HIJOS

En una de esas tertulias nocturnas de gin tonic en copa de culo ancho hablaba con unos colleghi sobre las estampas costumbristas de una familia media (como siempre que hablamos de lo “medio”, nos referimos a lo nuestro), de un treintatodero como yo, con mujer e hijos que creen en los Reyes Magos.

En medio de la conversación me paré a pensar que ya no recordaba bien la sensación de “no tener hijos”, de “no ser padre”. Tal es la fuerza que la Naturaleza imprime a la entidad de la paternidad.

La verdad es que el macho hace bastante poco en este invento que es la procreación, pero le cunde más que a la hembra, al menos en la especie humana. Nos libramos de un proceso de metamorfosis tremendo en el cuerpo que pone a prueba la salud mental y física (si a la mujer se le pasara un consentimiento informado del embarazo y parto, la Civilización Occidental habría acabado hace años). A cambio, y a poco listo que se sea, se reciben cariños sinceros, sin pretender nada, sólo por hecho de ser quien eres. Caricias difíciles de equiparar a nada que conocieras antes. Miradas limpias que pretenden meter tu ser dentro de su cerebro para intentar imitar tu comportamiento en un mundo que empiezan a descubrir.

Por eso es tan difícil ser padre, mucho más que ser madre. Ellas lo tienen todo ganado, tal vez por ese intercambio de fluidos sanguíneos que tiene lugar durante nueve meses y de lácteos durante un tiempo variable tras el nacimiento. Nosotros nos lo tenemos que ganar todos los días.

Es duro pensar que van a resaltarse siempre tus errores, tus debilidades y tus momentos de duda y desconcierto. Un hijo necesita certezas, seguridades y protección. Y el padre es una figura ideal para darle eso. Cuando lo que recibe es diferente, el hijo sufre más que con cualquier cosa. Él no entiende que a veces es lo que hay que darle, aun sin quererlo, y con más sufrimiento por nuestra parte que el que pueda imaginar en su pequeña mente.

Por eso los hijos disfrutan en el fútbol, el baloncesto y todas esas cosas estereotípicamente masculinas, porque le unen al padre como le unía a la madre el cordón umbilical. Y quien dice fútbol, dice coleccionar cosas, ir de excursión o leer un buen libro. Él quiere ser como tú, andar como tú, sentir como tú...

Y por si fuera poca la dificultad descrita, también tenemos que dejarles que sean ellos mismos ...

Seguiremos reflexionando sobre el tema.

P.D.: “... esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.”

PEDRO SALINAS

4 comentarios:

  1. Qué bonito, nuareg. Acabo de llegar a Zahara, y mira por donde acababas de escribir.
    Qué importante intentar ser un buen padre, o al menos intentarlo, que solo con eso, ya es mucho.
    Qué importante la figura paterna, más de lo que nos imaginamos.

    En fin, que estás haciendo más cálido tu huequito bloggero, te está quedando de vicio.

    Un abrazo.
    Pe

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  2. Gracias guapísima, esto es como un vicio. A ver si nos encontramos por nuestros mundos para recibir tus inestimables consejos.

    Por cierto, ¿cómo que acabas de volver de Zahara? ¡Imperdonable!

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  3. Perdón, he querido decir llegar
    ¿Era en sentido estricto, vamos geográfico, o cibernético? Si es en el segundo me parece estupendo. Si es en el primero, ya te está faltando Tierra para correr por la bronca que te va a echar tu jefe por irte de vacaciones sin avisar.

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  4. Jajajajajjaja, era en sentido cibernético. No obstante, estoy de vacaciones ahora, descansando y preparandome para la riada de guardias que me espera en fin de año. Por los pelos me logré librar de un cuatriplete (por los pelos y por mis compañeros que son un primor), así que a mi vuelta estaré lista para todo tipo de desaguisados.

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