Mis pasos marcan la senda sencilla
hacia un erial convertido en majuelo:
tierras verdes de Mayo de Castilla,
donde el sembrado se une con el cielo.
Verdearás el marrón de los barbechos
y el grano brotado cubrirá el suelo.
Pies, polvo en el camino, ojos maltrechos,
Perla de Castilla en la distancia,
recuerdo vivo de palabras y hechos.
Mi corazón lamenta su desgracia,
la pérdida terrible y prematura,
bajo la sombra gris de aquella acacia
que, digna, se mantiene en la llanura.
El color de terruños del camino
acentúa en mis ojos la amargura,
me rebelo, infantil, ante el destino
que, cruel, te arrebató de mis manos.
¡No entiendo a veces tanto desatino!
De tus lugares vallisoletanos
hiciste con tus días seña y bandera.
Viviendo, intenso, nos hiciste humanos.
Tu amor por la tierra, virtud señera,
anticipó tendencias de otros días,
gozando de la verde Primavera.
Siempre atento a infantiles alegrías,
tu corazón gozaba con sus juegos
dejando a un lado banales porfías.
Alternabas con jueces y labriegos,
de amigos componías tus momentos,
encendías luces, cortabas fuegos.
Sosteniéndonos firme en tus cimientos
estabas ahí, siempre certero,
prestando tu hombro a llantos y lamentos.
¿Por qué el destino fue tan traicionero?
¿Cerramos hoy los ojos y volvemos
mañana a decirnos te quiero?
Te quiero, te quisiera aquí conmigo,
con mis risas, mis penas y mi todo,
con tu brazo firme y tu abrazo amigo.
Verano, codornices al recodo,
vino, torreznos, almuerzos en casa.
¡Cuántas horas juntos, codo con codo!
Octubre, viña limpia de uva pasa:
esta tierra de Castilla te daba
un corazón que la muerte rebasa.
El susurro del viento me llamaba,
tu memoria me dará mientras viva
pensamiento, sí, que tu alma amaba.
Cuatro años largos de vida cautiva
se han pasado sin ti, padre mío,
años de nostalgia fugitiva.
Años de vida intensa, de tronío,
de cantos, risas, penas y banderas
envueltos en el curso de este río.
Pronto volveré a las verdes praderas,
campos añiles, de trigo y centeno,
con manos limpias, con almas sinceras.
Cuando me mires desde arriba, pleno,
de la Gloria de Dios, tan dulce y pura,
espero verte siempre, padre bueno,
contemplarte tu rostro y tu figura,
agradeciendo el gozo de tu vida,
recordando tu risa y tu ternura.
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Hoy voy a responder a una pregunta que yo me planteo a veces: «¿Quién soy
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Hace 1 día