jueves, 27 de agosto de 2009

AGUJETAS

La vida no nos da tregua, tal vez porque nosotros tampoco le damos tregua a ella. Cuerpos que se mueven sin tocarse, combustible sacárido que se consume sin cesar. Aerobiosis obsesiva que termina agotándose, casi también en el cerebro, órgano sensible donde los haya.
Scrooge odiaba la Navidad a causa de su vida solitaria y su amor al trabajo. Aquella chica en una película que lamentablemente no recuerdo, era incapaz de llorar. Un hombre oscuro nunca será capaz de decir lo siento. Una mujer con cara de vinagre sirve el rancho a la gente pobre, hecho con todo su amor, pero con hastío en la mirada. Esa chica espera a que la saquen de su estudio donde sola, perdida, abandonada, como en una ópera italiana, contempla la sombra de su desdicha.
Aerobiosis obsesiva y limitada, oxígeno esquivo que se agota tras quemar más glucosa de la que se puede consumir, cenizas de azúcar animal, arrinconadas en las cloacas de los tejidos, esperando a que alguien las de alguna utilidad.
Acúmulos de ácido láctico en los cuatro costados de nuestros cuerpos, cada vez que hacemos algo a lo que no estamos acostumbrado, cada vez que nuestro cerebro le pide a nuestro cuerpo que de más de lo que puede, que dé más de aquello para lo que le hemos acostumbrado. Bolsas amarillentas en las juntas de nuestros cuerpo, dando señales de alarma sobre los riesgos que asumimos.
Los domingos de Otoño, con el corazón ingresado en la UVI, tras los sucesos de la jornada sabatina, proclives son a este tipo de reacciones histoquímicas. Todos hemos previsado el ingreso de nuestro cuore en la UVI, salvo aquellos que lo tengan denervado y sean incapaces de sentir nada, en cuyo caso corren el riesgo de estar muriendo poco a poco sin saberlo, por falta de respuesta ante las señales que recibimos del mundo exterior, del lactato que nos duele hasta lo más hondo, hasta donde casi ni la luz puede llegar.
¿Qué hacer para evitar que la vida nos duela? Usarla, entrenarla, cansarla lo justo, dejarla descansar tras un esfuerzo supremo, agotarla, para dejarla después reposar, vivirla por la mañana, darle alimento y echarnos una cabezada con ella por la tarde, compartirla, compartirla, compartirla.
No le pierdas la cara al toro, no le pierdas la cara a la vida. "La vita 'e bella, principesa".
¿Es éste un post optimista? ¿Es éste un post pesimista? La vida es ambas cosas, reducirla a una sola es reducirla artificiosamente. Reir, llorar, volver a reir, volver a llorar. Acción, reacción. Dame, te daré.
La vida nos conduce, nos trae y nos lleva, nos invita a seguir una dirección, aunque nos da libertad para hacerlo o no.
Las agujetas son buenas. Nos informan de que algo no funciona y de que hay que resolver el problema de algún modo. Sospecho que el corazón sufre también las agujetas y eso hace que algunos que no están acostumbrados a amar o a que los amen, eviten el contacto doloroso ese ejercicio descaostumbrado y se enroquen en su amargura perpetua.
Pero la naturaleza es sabia y tiene todo el tiempo del mundo y con que un dolorido corazón decida ejercitarse en el noble arte del querer, seguro que podrá darse por bien empleado.
¿Quien no ha tenido en alguna época agujetas en el corazón?

No hay comentarios:

Publicar un comentario