miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿REIR O LLORAR?

Tomando la pregunta de un modo genérico y "en abstracto", esta claro que prefiero mil veces reir, que menuda está la vida como para desaprovechar las ocasiones en las que uno se lo puede pasar bien. Y es que para llorar siempre hay tiempo. Sólo con que nos tomáramos un poco en serio el telediario la cosa era como para empezar y no parar.

Me refiero, sin embargo, a esos momentos de magia y luz oscura que pasamos en el cine y, sobre todo, en el teatro, dramático o musical, o sea, de la Ópera. Como imaginaréis he hecho una nueva incursión dentro de mi abono en el Real, que me ha dado pie para hacer la reflexión qu nos ocupa. Son más de sesenta ya las ocasiones en las que he disfrutado, o no, de la música y la voz en este foro tan impresionante y he de deciros que los llantos se cuentan con la mitad de los dedos de una mano, y eso que los argumentos de las óperas son tela, telita, tela: padres que matan hijas, maridos ultrajados, hijos abandonados, príncipes destronados, princesas deshonradas, muerte, desolación e ignominia por doquier. Reir, siempre he reído cuando el tema lo merecía, y no por obligación, pues el público del Real es de lo más especialito, y no regala los aplausos ni las risas de cualquier manera y a cualquier precio, sino por auténtica devoción.

La cuestión que se me plantea rebate el famoso dicho de los actores de que es más difícil hacer reir que hacer llorar. En nuestro musical caso, las tornas parecen volverse del revés y no sé cuales serán los motivos. Tal vez porque los cantantes, hartos de los sufrimientos antes descritos, tomen el argumento de las óperas de "color de rosa" como una tabla de salvación para verle la cara alegre a la vida y eso se refleje en sus interpretaciones. El caso es que he visto actuar a grandes tenores en actuaciones dramática y han logrado emocionarme, hacerme palpitar con frenesí, ponerme en su piel, pero en muchas ocasiones, tal vez más pendiente de un aria majestuosa que luego no lo era tanto, me he quedado igual o peor que estaba. He visto y oído con gozo cantar a Rossini, como hace poco con L'italiana in Argel, y me partido de risa con grandes cantantes, mujeres y hombres, con más gracia que Chiquito de la Calzada.

Mi consejo es que vayáis a la ópera, a reir o llorar, y para animaros más o doy un par de muestras de ambas emociones.





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