lunes, 9 de noviembre de 2009

EL PACIENTE INGLÉS

Han pasado trece años desde que se estrenó El paciente inglés. El tiempo corre a tanta velocidad que merecería ser multado. Recuerdo perfectamente
lo que hacía en aquellos años, así como la honda huella que dejó en mí la historia de ese amor tan desgarrado y desgraciado que narra la película. Son historias como estas las que nos enganchan en la pantalla, historias en las que el guionista-director, cual dios justiciero se ceba en la desgracia de
personas corrientes, sometiéndoles a unas pruebas cada vez más duras, a unos castigos cada vez más severos, a un sufrimiento cada vez más intenso.
La sensibilidad de las personas parece que va con los tiempos, aunque hay registros que siempre nos cazan, nos atrapan, nos hacen incluso ponernos en la piel de los sufridores amantes, como los que protagonizan esta historia de amor, desierto y II Guerra Mundial.
A veces pienso que las historia de la Literatura y, más aun, del Cine del siglo XX no habría sido la misma sin este3 terrible conflicto que sacudió nuestro planeta durante casi siete años. Incluir la IIGM en cualquier obra de estas características, si se ve acompañada de una trama interesante, hace que el éxito de la misma esté garantizada. Y no me refiero a historias sobre la IIGM, del estilo Pearl Harbour, sino a historias en la II GM, como la que nos ocupa. Se trata de personajes sencillos metidos en un jaleo mayúsculo y que ven truncadas sus vidas por causa de la guerra. Eso sí, la cosa es complicada y algo retorcida, porque se entremezclan varias historias de amor con sus propios avatares y desgracias añadidas.
Imagino que, como gente de bien que sois, la habréis visto no una, sino varias veces. Son Laszlo, Kathe, Hanna, Kip y David Caravaggio son personajes normales sometidos a agresiones extraordinarias. Son almas atormentadas en un mundo que se desmorona, tratando de encontrar su rumbo, a veces de un modo egoísta, casi suicida; otras intentando abrir los ojos ante el amor verdadero.

El director, Anthony Minghella, nos dejó hace más de un año, con historias por hacer, por lo que nos queda su obra para disfrutar con la sensibilidad y la capacidad de ambientar historias del pasado como si estuviéramos envueltos en ellas.

8 comentarios:

  1. Uff...

    Parece que hace mil años que vi esa pelicula, era muy jovencita aún. Hoy me resultaría inaguantable verla entera he cambiado y fíjate a veces notas los cambios de la manera menos relevante.

    Besos.

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  2. Esa película me encantó, pero no puedo verla. Se me pone un nudo en la garganta y en el estómago cada vez que pienso en ella e incluso escucho su música. Tiene tanto sufrimiento dentro de ella que es superior a mi. Aún así me encanta. ¿Masoquismo?

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  3. Esta película me sacudió por dentro. No podía dejar de llorar. Creo que no podría verla otra vez, pero la recuerdo como una bellísima historia.

    Un saludo

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  4. ufff me hiciste acordar de aquellos tiempos, 13 años ya, increible pero cierto, mi hijo tenia dos años y silvia y yo veiamos cine en cantidades inimaginadas, gracias por recordarme esas épocas.

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  5. Sin duda una joyita. Todo un clásico. La actuación de Ralph Fiennes, Juliette Binoche y Kirsten Scott Thomas inmejorable. Hace años que no veo esta película. Debería verla de nuevo. Muchas cosas han pasado en los últimos 13 años. Estoy segura de que sería como ver un film totalmente distinto.
    Besos cinéfilos.

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  6. que nostalgia me da recordar esa pelicula la mejor que vi en toda mi vida simplemente me da mucho gusto k otras personas sientan lo mismo q yo recuerdo como la recomendaba a todos mis amigos .

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  7. El objetivo de la peli era ese nudo del estómago del que hablaba Izalda, esas lágrimas de tod@s, por dentro y por fuera. La nostalgia se paladea con satisfacción recordando las películas de nuestras vidas.
    Besos invernales para todos.

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  8. El objetivo de la peli era ese nudo del estómago del que hablaba Izalda, esas lágrimas de tod@s, por dentro y por fuera. La nostalgia se paladea con satisfacción recordando las películas de nuestras vidas.
    Besos invernales para todos.
    (El anónimo era yo. ¡Malditas máquinas!)

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